Competencia daña a los niños
Acostumbrados a usar conceptos de la economía en la educación por la invasión del pensamiento político y social economicista, hay padres y madres que piensan que a mayor competencia entre los niños mayor superación personal, y también mayor competitividad futura. Ocurre que ese darwinismo social termina siendo nocivo para su salud mental , tal como lo explica el psicólogo David Johnson, que por décadas ha estudiado estos fenómenos concluyendo que la competitividad entre alumnos no mejora los resultados académicos y en cambio «Los alumnos que no compiten tienen una mejor salud mental” (El País, 02/10/2017)
Johnson y su hermano Roger recopilaron más de 550 estudios sobre el tema desde 1898 y han publicado más de 100 investigaciones abogando por la interdependencia positiva que implica que todos los integrantes del grupo perciban que el éxito individual no se dará si no triunfan todos. Si uno falla, todos pierden. De este modo las personas se preocupen por el éxito de los demás, un elemento básico para la convivencia.
Las escuelas que promueven la cultura de ser ganadores implícitamente animan a los mismos alumnos a desalentar y obstruir los esfuerzos de los otros. En las competiciones solo ganan unos pocos. En situaciones cooperativas el alumno tiene que conectarse al mismo tiempo con la tarea y con el grupo cuyos integrantes tienen que aprender a liderar, converger en un punto de vista, comunicar y manejar los conflictos. Ello permite aumentar la retención de información, la capacidad para desarrollar argumentos, motivarse para seguir aprendiendo y tener mejores estrategias para la resolución de problemas.
Cuando estudiantes trabajan juntos sin competir se entienden, aceptan y apoyan mutuamente. Mejora su salud mental, ganan autoestima y mejora su habilidad para lidiar con el estrés. El sentimiento de responsabilidad sobre el grupo incentiva las ganas de emprender proyectos de mayor dificultad y mejora la motivación y la persistencia para alcanzar una meta conjunta. El grupo se siente unido frente a ataques externos o críticas y crece el compromiso por el crecimiento personal y académico del resto de miembros del equipo. En cambio, los que no son capaces de trabajar en grupo presentan mayores niveles de ansiedad, depresión, frustración y sentimientos de soledad. Son menos productivos y más inefectivos en combatir la adversidad.
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