Aprender a leer sin apurarnos
Stephen Krashen y Jeff McQuillan publicaron en octubre del 2007 un estudio crítico sobre los apremios de quienes sostienen que hay niños bien preparados para aprender, diferenciándolos de quienes no lo están, como si existieran niños que no tienen ganas de aprender. En realidad, lo que existen son niños que no están dispuestos a aprender ciertas cosas siguiendo las pautas tradicionales que les dan los padres o profesores (The Case for Late Intervention, Early Intervention at Every Age Pages 68-73, Educational Leadership, Volume 65, Number 2).
Krashen encontró que 75% de niños que fueron evaluados con bajos puntajes en la prueba de preparación fonética que es requisito para pasar de kínder de 5 años a 1er grado, no tuvieron ningún problema para aprender a leer. Es más, encontró estudios que evidencian que niños que no aprenden a leer hasta los 7 años o más, tienden a hacer un rápido progreso luego, y hacia los 9 años sus logros no son distinguibles de los que aprendieron a leer antes (el caso de Finlandia, Suecia, Noruega, Islandia que inician lectura a los 7 años, en estudio de 32 países de Elley, W. How in the world do students read? Hamburg, Germany: International Association for the Evaluation of Educational Achievement 1992).
Las evidencias
Hay muchas evidencias de que la lectura libre voluntaria es una efectiva manera de desarrollar la literacidad y que esa aproximación produce mejor lectura, escritura, pronunciación y competencia gramatical, especialmente en quienes tienen fácil acceso a libros (menos frecuente en los más pobres). Einstein (9 años), Rodin (10 años), Woodrow Wilson (11 años) son casos paradigmáticos de niños que aprendieron a leer tardíamente, así como muchos que aprendieron a leer en su casa sin ir al colegio (homeschooled). Nada de eso afectó su capacidad de lograr altísimos niveles de literacidad. El problema parece tener que ver con el apuro de los profesores por responder a las expectativas establecidas por las pruebas estandarizadas más que a dificultades reales de los niños.
Lamentablemente esos niños que aprenden más tarde son etiquetados tempranamente como fracasados, incompetentes, requirentes de apoyos remediales, nivelación, lo que dejará una huella negativa en su autoestima y en la imagen sobre sus capacidades de aprender en padres y profesores.
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