Imagen de niño en escuela innovadora
La escuela tradicional parte del principio que los adultos (padres, funcionarios, maestros) saben y los niños no saben. Por eso, ven como su función definir de la A a la Z lo que los niños deben aprender y saber para que les vaya bien en la vida. Con ello desconocen lo que los niños saben, proponen, piensan, quieren.
Salen al frente de esos conceptos (obsoletos desde el punto de vista de la pedagogía de estos tiempos) gente lúcida que lo explica de modo sencillo.
Francesco Tonucci dice:
«Los niños no son sacos vacíos que hay que “llenar” porque no saben nada. Los maestros deben valorar el conocimiento, la historia familiar que cada pequeño de seis años trae consigo». (“La misión de la escuela ya no es enseñar cosas. Eso lo hace mejor la TV o Internet” ).
Loris Malaguzzi –Reggio Emilia- dice:
“No podemos pensar en el niño en abstracto. Cuando pensamos en un niño, cuando elegimos a un niño al que observar, ese niño se halla ya estrechamente conectado y vinculado a cierta realidad del mundo: tiene relaciones y experiencias. No podemos separar a ese niño de una realidad concreta. Lleva consigo, a la escuela, esas experiencias, sentimientos y relaciones”. (Malaguzzi, “Your Image of the Child: where teaching Begins”)
¿Puede el currículo, la evaluación, el rol docente y la organización escolar pensada en siglos pasados con la imagen del niño receptor y consumidor del saber adulto sostenerse tal cual frente a la imagen del niño presente, potente, constructor de su conocimiento, que la pedagogía, psicología y neurociencias de estos tiempos nos presentan como realidad incontrastable?
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